martes, 13 de noviembre de 2012


Perdoné errores casi imperdonables. Intenté sustituir personas insustituibles y olvidar personas inolvidables. Me decepcioné de personas que pensé nunca me decepcionarían. Sonreí cuando no podía. Hice amigos eternos. Lloré oyendo música y viendo fotos. Llamé solo para escuchar una voz. Pensé que me moría de tanta tristeza. Tuve miedo de perder a alguien especial. ¡Pero sobreviví! Y todavía sigo viva! Aprendí que a veces el que arriesga no pierde nada, y que perdiendo también se gana.